Como
es sabido, a fines del siglo XIX fue fundada la Sociedad Teosófica por un grupo
de individuos (se dice que 16) encabezados por H. P. Blavatsky y Henry Olcott.
Cuando Madame Blavatsky fallece quedan al frente de la S.T. el Coronel Olcott y
Annie Besant (el primero como presidente internacional de la Sociedad, cargo
que desempeñaría posteriormente Besant). C. W. Leadbeater, otro de los
referentes teosóficos de la época, fue quien encontró clarividentemente a quien
se decía que sería “el vehículo” humano indicado para recibir la Presencia del
Cristo, Maitreya, el Instructor mundial, que debía manifestarse. Hubo muchas
controversias respecto de este tema, pero lo cierto es que Besant y Leadbeater
recogieron al niño Jiddu Krishnamurti y lo criaron durante los años de su infancia,
adolescencia y juventud en un ambiente teosófico, con la esperanza de que,
llegado el momento, ‘en él’ y ‘por él’ comenzaría a manifestarse ‘El Instructor
Mundial’ para dar Su Mensaje a la Humanidad. Esto era esperado por muchos
teósofos a inicios del siglo XX, aunque otros teósofos se mostraban incrédulos
y escépticos respecto de este tipo de señales clarividentes y/o proféticas. Los que
sí creían, crearon una Organización denominada “La Orden de la Estrella”,
paralela a la Sociedad Teosófica, cuya misión sería ser ‘el cáliz receptor’ de
las enseñanzas del Gran Instructor que, a través de Jiddu Krishnamurti, se
precipitarían.
Cuando
fue el tiempo en el cual Krishnamurti se hizo cargo de esa Organización como
Director de la misma, fueron convocados sus miembros a un encuentro en el cual
el mismo K. habría de hablar. Nadie sabía ni sospechaba lo que entonces
sucedería. Es claro de suponer que lo que la mayoría esperaría sería una
presentación de las enseñanzas de Maitreya a través de K. …, pero no fue así (o
tal vez, precisamente, SÍ fue así, aunque no en la forma esperada…).
A continuación se narra el discurso
de K. en la sala repleta de miembros de ‘La Orden de la Estrella’. Es este un testimonio
con una invaluable riqueza, si ha de compararse con la conciencia humana común
y corriente que solo busca el poder y el engrandecimiento del yo…
(Al finalizar este memorable
discurso se ofrece la entrada a una biblioteca de libros sobre charlas,
conferencias y escritos de J. Krishnamurti).
“La
disolución de la Orden de la Estrella”
Discurso de Krishnamurti (2 de agosto de 1929)
“Vamos a discutir esta mañana la
disolución de la Orden de la Estrella. Muchos se alegrarán y otros se sentirán
más bien tristes. Esta no es una cuestión de regocijo ni de tristeza, porque es
algo inevitable, como voy a explicarlo.
Quizás recuerden ustedes la historia de cómo el diablo y un
amigo suyo estaban paseando por la calle cuando vieron delante de ellos a un
hombre que levantaba algo del suelo y, después de mirarlo, se lo guardaba en el
bolsillo. El amigo preguntó al diablo: “¿Qué recogió ese hombre?”. “Recogió un
trozo de la Verdad”, contestó el diablo. “Ese es muy mal negocio para ti,
entonces”, dijo su amigo. “Oh, no, en absoluto”, replicó el diablo, “voy a
dejar que la organice”.
Yo sostengo que la Verdad es una tierra
sin caminos, y no es posible acercarse a ella por ningún sendero, por ninguna
religión, por ninguna secta. Ese es mi punto de vista y me adhiero a él
absoluta e incondicionalmente. La Verdad, al ser ilimitada, incondicionada,
inabordable por ningún camino, no puede ser organizada; ni puede formarse
organización alguna para conducir o forzar a la gente a lo largo de algún
sendero en particular. Si desde el principio entienden eso, entonces verán cuan
imposible es organizar una creencia. Una creencia es un asunto puramente
individual, y no pueden ni deben organizarla. Si lo hacen, se torna en algo
muerto, cristalizado; se convierte en un credo, una secta, una religión que ha
de imponerse a los demás. Esto es lo que todo el mundo trata de hacer. La
Verdad se empequeñece y se transforma en un juguete para los débiles, para los
que están sólo momentáneamente descontentos. La Verdad no puede rebajarse, es
más bien el individuo quien debe hacer el esfuerzo de elevarse hacia ella.
Ustedes no pueden traer la cumbre de la montaña al valle. Si quieren llegar a
la cima de la montaña, tienen que atravesar el valle y trepar por las cuestas
sin temor a los peligrosos precipicios. Tienen que ascender hacia la Verdad, esta
no puede “descender” ni organizarse para ustedes. El interés en las ideas es
sostenido principalmente por las
organizaciones, pero las organizaciones sólo despiertan el interés desde
afuera. El interés que no nace del amor a la Verdad por sí misma, sino que es
despertado por una organización, no tiene valor alguno. La organización se
convierte en una estructura dentro de la cual sus miembros pueden encajar
convenientemente. Ellos no se esfuerzan más por alcanzar la Verdad o la cumbre
de la montaña, sino que más bien tallan para sí mismos un nicho conveniente
donde se colocan, o dejan que la organización los coloque, y consideran que,
debido a eso, la organización ha de conducirlos hacia la Verdad.
De modo que esta es la primera razón,
desde mi punto de vista, por la que la Orden de la Estrella debe ser disuelta.
A pesar de esto ustedes formarán probablemente otras Ordenes, continuarán
perteneciendo a otras organizaciones que buscan la Verdad. Yo no quiero
pertenecer a ninguna organización de tipo espiritual; por favor, comprendan
esto. Yo haría uso de una organización que me llevara de aquí a Londres, por
ejemplo; ésta es una clase por completo diferente de organización, meramente
mecánica, como el correo o el telégrafo. Yo usaría un automóvil o un buque de
vapor para viajar, estos son sólo mecanismos físicos que nada tienen que ver
con la espiritualidad. Por otra parte, sostengo que ninguna organización puede
conducir al hombre a la espiritualidad.
Si se crea una organización para este
propósito, ella se convierte en una muleta, en una debilidad, en una
servidumbre que por fuerza mutila al individuo y le impide crecer, establecer
su unicidad que descansa en el descubrimiento que haga, por sí mismo, de esta
Verdad absoluta e incondicional. Por lo tanto, esa es otra de las razones por
las que he decidido, ya que soy el Jefe de la Orden, disolverla. Nadie me ha
persuadido para que tome esta decisión.
Esta no es ninguna magnífica proeza,
porque yo no deseo seguidores, y esto es lo que quiero significar. En el momento
en que siguen a alguien, dejan de seguir a la Verdad. No me preocupa si prestan
o no prestan atención a lo que digo, deseo hacer cierta cosa en el mundo y voy
a hacerla con resuelta concentración. Sólo estoy interesado en una cosa
esencial: Hacer que el hombre sea libre. Deseo liberarlo de todas las jaulas,
de todos los temores, y no fundar religiones, nuevas sectas, ni establecer
nuevas teorías y nuevas filosofías. Entonces, como es natural, me preguntarán
por qué recorro el mundo hablando continuamente. Les diré porque lo hago. No es
porque desee que me sigan ni porque desee un grupo especial de discípulos
selectos. (¡Cómo gustan los hombres de ser diferentes de sus semejantes, por
ridículas, absurdas o triviales que puedan ser sus distinciones! No quiero
alentar ese absurdo). No tengo discípulos ni apóstoles, ya sea en la tierra o
en el reino de la espiritualidad. Tampoco es la tentación del dinero, ni es el
deseo de vivir una vida cómoda lo que me atrae.
Si yo quisiera llevar una vida cómoda no
vendría a un Campamento ni viviría en un país húmedo! Estoy hablando
francamente porque quiero que esto quede establecido de una vez por todas. No
deseo que estas discusiones infantiles se repitan año tras año.
Un periodista que me ha entrevistado,
consideraba un acto grandioso disolver una organización en la que había miles y
miles de miembros. Para él esto era una gran acción, porque dijo: “¿Qué hará
usted después, cómo vivirá?. No tendrá seguidores, la gente no le escuchará”
Con que sólo haya cinco personas que escuchen, que vivan, que tengan sus
rostros vueltos hacia la eternidad, será suficiente. ¿De qué sirve tener miles
que no comprenden, que estén por completo embalsamados en sus prejuicios, que
no desean lo nuevo, sino que más bien desean traducir lo nuevo para que se
acomode a sus propias personalidades estériles, estancadas? Si hablo
enérgicamente no me entiendan mal, por favor, no es por falta de compasión. Si
acuden a un cirujano para una operación, ¿no es bondad de su parte operar
aunque les cause dolor? Así, de igual modo, si yo hablo francamente no es por
falta de verdadero afecto; al contrario.
Como he dicho, tengo solamente un
propósito: hacer que el hombre sea libre, impulsarlo hacia la libertad,
ayudarle a que rompa con todas sus limitaciones, porque sólo eso habrá de darle
la felicidad eterna, la realización no condicionada del ser.
Porque soy libre, no condicionado, total – no una parte, no
lo relativo, sino la Verdad total que es eterna – deseo que aquellos que buscan
comprenderme sean libres; que no me sigan, que no hagan de mi una jaula que se
tornará en una religión, una secta. Más bien deberían liberarse de todos los
miedos: del miedo de la religión, del miedo de la salvación, del miedo de la
espiritualidad, del miedo del amor, del miedo de la muerte, del miedo de la
vida misma. Así como un artista pinta un cuadro porque se deleita en esa
pintura, porque ella es la expresión de su ser, su bienestar, su gloria, así
hago yo esto, y no porque quiera nada de nadie.
Ustedes están acostumbrados a la
autoridad, o a la atmósfera de autoridad, la cual creen que va a conducirlos a
la espiritualidad. Creen y esperan que otro, por sus extraordinarios poderes –
un milagro – podrá transportarlos a ese reino de libertad eterna que es la
Felicidad. Toda la perspectiva que tienen de la vida está basada en esa
autoridad.
Me han escuchado durante tres años sin que ningún cambio se
operara en ustedes, salvo en algunos pocos. Ahora, analicen lo que estoy
diciendo, sean críticos para que puedan alcanzar una comprensión profunda,
fundamental. Cuando buscan una autoridad que los conduzca a lo espiritual, se
obligan automáticamente a crear una organización alrededor de esa autoridad.
Por la creación misma de esa organización que suponen a de ayudar a esta autoridad
para que les guíe hacia la vida espiritual, quedan presos en una jaula.
Si yo les hablo francamente, recuerden, por favor, que no
lo hago así por dureza ni por crueldad ni a causa del entusiasmo por mi
propósito, sino porque deseo que comprendan lo que estoy diciendo. Esa es la
razón por la que están aquí, y sería una pérdida de tiempo si yo no explicara
claramente, decisivamente, mi punto de vista.
Durante dieciocho años se han estado
preparando para este acontecimiento, para la Venida del Instructor del Mundo.
Durante dieciocho años se han organizado, han esperado a alguien que viniera a
dar un nuevo deleite a sus corazones y mentes, que transformara por completo
sus vidas otorgándoles una nueva comprensión; a alguien que los elevara a un
nuevo plano de existencia, que les diera un nuevo estímulo, que los hiciera
libres, ¡y vean ahora lo que está sucediendo! Piensen, razonen consigo mismos y
descubran de qué manera esa creencia los ha hecho diferentes, no con la
superficial diferencia de llevar una insignia, lo cual es trivial, absurdo. ¿En
qué forma una creencia así ha barrido con todas las cosas no esenciales de la
vida? Esta es la única manera de juzgar: ¿En qué forma son más libres, más
grandes, más peligrosos para toda Sociedad que esté basada en lo falso y en lo
no esencial? ¿En qué forma los miembros de esta Organización de la Estrella han
llegado a ser diferentes?
Como dije, ustedes se han estado
preparando para mí durante dieciocho años. No me preocupa si creen o no creen
que soy el Instructor del Mundo. Eso es de muy poca importancia. Puesto que
pertenecen a la Organización de la Orden de la Estrella, han entregado su
simpatía, su energía, aceptando que Krishnamurti es el Instructor del Mundo –
parcial o totalmente; totalmente para aquellos que en verdad están buscando,
sólo parcialmente con quienes están satisfechos con sus propias verdades a
medias -.
Se han estado preparando durante dieciocho años, y miren
cuántas dificultades tienen ustedes en su camino hacia la comprensión, cuántas
complicaciones, cuántas cosas triviales. Sus prejuicios, sus miedos, sus
autoridades, sus iglesias nuevas y viejas… Todas esas cosas, sostengo, son una
barrera para la comprensión. No puedo ser más claro que esto. No quiero que
estén de acuerdo conmigo, no quiero que me sigan, quiero que comprendan lo que
estoy diciendo.
Esta comprensión es necesaria porque la
creencia de ustedes no los ha transformado, sino que solo los ha complicado, y
porque no están dispuestos a afrontar las cosas como son. Lo que desean es
tener sus propios dioses, dioses nuevos en lugar de los viejos, religiones
nuevas en lugar de las viejas, nuevas formas en vez de las viejas, todas cosas
inútiles, barreras, imitaciones, muletas. En lugar de las viejas distinciones
espirituales, tienen ustedes nuevas distinciones espirituales, en lugar de los
viejos cultos, tienen cultos nuevos. Todos dependen de algún otro para su
espiritualidad, para su felicidad, para su iluminación; y aunque se han estado preparando
para mí durante dieciocho años, cuando yo digo que todas estas cosas son
innecesarias, cuando digo que deben descartarlas todas y mirar dentro de sí
mismo para la iluminación, para la gloria, para la purificación e
incorruptibilidad del ser, ninguno de ustedes quiere hacerlo. Puede que haya
unos pocos, pero son muy, muy pocos.
¿Para qué, pues, tener una organización?
¿Por qué personas falsas, hipócritas, me han seguido a mí,
la encarnación de la Verdad? Recuerden, por favor, que no estoy diciendo cosas
duras o crueles, sino que hemos llegado a una situación en que deben ustedes
enfrentarse a las cosas tal como son. El año pasado dije que no transigiría.
Muy pocos me escucharon entonces. Este año he puesto eso absolutamente en
claro. No se cuántos miles en el mundo – miembros de la Orden – han estado
preparándose para mí durante dieciocho años; sin embargo, ahora no están
dispuestos a escuchar incondicionalmente, totalmente, lo que digo.
¿Para qué, pues, tener una organización?
Como dije antes, mi propósito es hacer que
los hombres sean incondicionalmente libres, porque sostengo que la única
espiritualidad es la incorruptibilidad del propio ser, que es eterno, que es la
armonía entre la razón y el amor. Esta es la absoluta incondicionada Verdad que
es la Vida misma. Deseo, por lo tanto, que el hombre sea libre, que se regocije
como el pájaro en el cielo claro; libre de toda carga, independiente, extático
en esa libertad. Y yo, para quien ustedes se han estado preparando durante
dieciocho años, digo ahora, que deben liberarse de todas estas cosas, liberarse
de sus complicaciones, de sus enredos. Para esto no necesitan tener una
organización basada en la creencia espiritual. ¿Por qué tener una organización
para cinco o diez personas en el mundo, que comprenden, que luchan, que han
desechado todas las cosas triviales? Y para los débiles no puede haber
organización alguna que les ayude a encontrar la Verdad, porque la Verdad está
en cada uno de nosotros; no está lejos ni cerca; está eternamente ahí.
Las organizaciones no pueden hacerlos
libres. Ningún hombre puede, desde afuera, hacerlos libres; ni un culto
organizado ni la propia inmolación a una causa puede hacerlos libres. Ustedes
utilizan una máquina de escribir para su correspondencia, pero no la ponen en
un altar para adorarla. Sin embargo, eso es lo que están haciendo cuando las
organizaciones se convierten en la principal preocupación de ustedes. “¿
Cuántos miembros hay en ella?” Esta es la primera pregunta que me hacen todos
los reporteros. “¿ Cuántos seguidores tiene? Por su número juzgaremos si lo que
usted dice es verdadero o falso”. Yo no sé cuántos son. No estoy interesado en
eso. Aunque hubiera un solo hombre que halla podido liberarse, sería
suficiente.
Además, tienen ustedes la idea de que sólo
ciertas personas poseen la llave para entrar en el Reino de la Felicidad. Nadie
la posee. Nadie tiene la autoridad para poseerla. Esa llave es el propio ser de
cada uno, y sólo en el desarrollo y la purificación y la incorruptibilidad de
ese ser, está el Reino de la Eternidad.
Verán, pues, cuán absurda es toda la
estructura que han creado buscando la ayuda externa, dependiendo de otros para
el propio bienestar, para la propia felicidad, para la propia fortaleza. Estas
cosas solamente pueden encontrarlas dentro de sí mismos. ¿Para qué, pues, tener
una organización?
Se han acostumbrado que se les diga cuánto
han avanzado, cuál es el grado espiritual que poseen. ¡Qué niñería! ¿Quién sino
ustedes mismos puede decir si son hermosos o feos por dentro? ¿Quién sino
ustedes mismos puede decir si son incorruptibles? Ustedes no son serios en
estas cosas.
¿Para qué, pues, tener una organización?
Pero aquellos que realmente deseen
comprender, que traten de descubrir lo que es eterno, sin principio y sin fin,
marcharán juntos con mayor intensidad y serán un peligro para todo lo que no es
esencial, para las irrealidades, para las sombras. Y ellos se reunirán y se
volverán la Llama, porque habrán comprendido. Un cuerpo así es el que debemos
crear y tal es mi propósito. Gracias a esa verdadera comprensión habrá una
verdadera amistad. A causa de esa verdadera amistad – que al parecer ustedes no
conocen – habrá verdadera cooperación de parte de cada uno. Y esto no por
motivo de la autoridad, ni por la salvación, ni por la inmolación a una causa,
sino porque realmente han comprendido y, en consecuencia, son capaces de vivir
en lo eterno. Esto es algo más grande que todo placer y que todo sacrificio.
Estas son, pues, algunas de las razones
por las que, después de haberlo considerado cuidadosamente durante dos años, he
tomado esta decisión. No proviene de un impulso momentáneo. No he sido
persuadido a ello por nadie – no me dejo persuadir en tales cosas –
Durante dos años he estado pensando en
esto, despacio, cuidadosamente, pacientemente, y he decidido ahora disolver la
Orden, puesto que soy su Jefe. Pueden formar otras organizaciones y esperar por
algún otro. Esto no me concierne, como tampoco me concierne crear nuevas jaulas
y nuevas decoraciones para esas jaulas. Mi único interés es hacer que los
hombres sean absolutamente, incondicionalmente libres”.
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